Yom Hazikaron (Día del Recuerdo) ha sido siempre una jornada de solemnidad y unidad en Israel. En la mañana del 25 de abril, cientos de miles de israelíes acudieron a cementerios de todo el territorio a honrar la memoria de los 24.213 soldados muertos en combate y las 4.255 víctimas de atentados terroristas. Esta simbólica jornada, que precedió la celebración del 75 aniversario de la independencia, tampoco quedó exenta de la crispación en la que vive sumergido el país desde hace meses. 

Las protestas ocurridas en las calles de Israel, cuyo cisma se vivió tras la destitución -finalmente revertida- del ministro de Defensa, Yoav Gallant, tras alertar que la reforma judicial dañará la seguridad nacional, forzó a Benjamin Netanyahu a congelar temporalmente el controvertido plan. No obstante, el clima de profunda división social persiste y, por ahora, nada hace presagiar que las heridas suturen pronto. Los detractores del gobierno alertan que “Bibi” solo busca ganar tiempo, y que podría acabar calcando los tempos de Polonia, donde el ejecutivo de Andrezj Duda implantó su plan para controlar la judicatura cuando las movilizaciones en las calles decayeron. 

Pese a los intentos de evitarlo, la furia se coló en los cementerios. Algunas familias avisaron que no participarían del acto de Yom Hazikaron, en protesta por la presencia de ministros del gobierno en las conmemoraciones. “Boicotearemos el acto por la actuación del gobierno criminal”, escribió una familia junto a la tumba de su ser querido en un cementerio militar en Tel Aviv. En respuesta, algunos miembros del ejecutivo también evitaron hacer acto de presencia ante la previsión de que afrontarían reproches por parte de los presentes. 

A sus 75 años de historia, el estado judío tiene mucho por celebrar. Pero durante el merecido homenaje a quienes sacrificaron sus vidas en guerras y atentados, los éxitos económicos, tecnológicos, científicos o militares logrados quedaron empañados. El presidente de la nación, Isaac Herzog, así como el comandante en jefe deTzahal, Herzi Halevi, imploraron aparcar las discrepancias durante la jornada de luto, pero su reclamación cayó en saco roto.

En las jornadas previas, el ex primer ministro Naftali Bennett lamentó que el foco se centrara en la polémica sobre la participación o no de ministros. “Espero que volvamos a una situación en que el día del recuerdo se centre en la memoria, y no en los asuntos marginales de la política”, lamentó Bennett. 

Por su parte, y en vista de la crispación social existente, Netanyahu detuvo la maquinaria legislativa para “evitar una guerra civil” y dar margen al diálogo con la oposición para explorar posibles acuerdos, que son urgentes para recuperar el clima de normalidad y certidumbre que requiere la política y la economía israelí.

En la Asamblea General de las Federaciones Judías de América del Norte celebrada en Tel Aviv, el diputado Simcha Rotman, miembro del partido Sionismo Religioso y arquitecto de la “reforma judicial”, fue acusado de “destruir la democracia israelí y las relaciones con la diáspora”. En respuesta, Rotman acusó a los organizadores de “alinearse con un grupo político que ejerce el control mediante una corte antidemocrática”. La mayoría de los 2.000 asistentes al acto, que sirve para fomentar los puentes entre Israel y la comunidad judía estadounidense -un aliado fundamental-, culminó con la expulsión de asistentes y gritos de «¡vergüenza!”.

Sin embargo, las protestas más sonadas llegaron por arte de los “Hermanos de armas”, reservistas del ejército israelí que alientan la insumisión para presionar a Netanyahu. “No nos rendiremos, no permitiremos que implantes una dictadura”, increparon a Rotman los veteranos de guerra. 

La nación nacida hace 75 años sobre las cenizas del Holocausto, que demostró su capacidad de sobreponerse a poderosos enemigos, sigue carente de fórmulas realistas para afrontar la amenaza existencial más peligrosa: la división interna. Los enemigos de Israel, que en abril y mayo dispararon misiles desde norte y sur, y perpetraron nuevos ataques armados en Cisjordania o Jerusalén, dejaron claro que no distinguen entre judíos de izquierdas o derechas, laicos o religiosos. Probablemente, seguirán interpretando las tensiones internas como un signo de debilidad que aprovecharán para seguir golpeando, tal y como lo vaticinó Yoav Gallant, el ministro, que fue exministro por horas y volvió a ser ministro de Defensa.


Ofer Laszewicki Rubin es analista en Ardup Corporate Managent. © 2023 ARDUP Corporate Management (ACM) – Todos los derechos reservados.